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Clarín y La Nación tapan un juicio por contaminación con agroquímicos


Clarín y La Nación tapan un juicio por contaminación con agroquímicos – Tiempo Argentino | Es tiempo de un diario nuevo.

24/06/2012 Posted by | Agricultura yGanadería, Ciencia y Tecnología, Economía, General, Justicia, Medios de Comunicaciòn, Política Argentina, Politica Latinoamerica, Reflexiones, Uncategorized | , , , , , , , , , | Deja un comentario

Transgénicos y crimen organizado


Todas las semillas transgénicas en el mundo son controladas por seis
empresas: Monsanto, Syngenta, DuPont, Dow, Bayer y Basf. Son todas
transnacionales químicas que se apropiaron de las compañías de granos para
controlar el mercado agrícola, vendiendo semillas casadas con los
agrotóxicos que ellas producen (herbicidas, insecticidas, etcétera).

Todas –además de Monsanto que se ha hecho famosa como villano global–
tienen un historial criminal que incluye, entre otros crímenes, graves
desastres ambientales y contra la vida humana. Todas, una vez al
descubierto, intentaron evadir sus culpas, tratando de deformar la
realidad con mentiras y/o corrupción. El hecho de que todos los
transgénicos estén patentados y que la contaminación sea un delito para
las víctimas, significa que cualquier país que autoriza los transgénicos
entrega su soberanía, de manos atadas, a los designios de unas cuantas
trasnacionales que deciden según su afán de lucro. Además, tratándose de
estas empresas, autorizar la siembra de transgénicos es entregar las
semillas, los campesinos y la soberanía alimentaria a un puñado de
criminales en gran escala. Crimen organizado, legal.

Recientemente un tribunal de la India se pronunció, luego de casi 20 años
de demandas de los afectados, sobre un caso que atañe a una de ellas: Dow.
Se trata de unos de los peores accidentes industriales de la historia: una
enorme fuga accidental de gas tóxico de la fábrica de agroquímicos Union
Carbide, en Bhopal, India, en 1984. Organizaciones de sobrevivientes
(www.bhopal.net) estiman que han muerto más de 22 mil personas y 500 mil
tienen secuelas permanentes. 50 mil están tan enfermas que no pueden
trabajar para mantenerse a sí mismas. Estudios recientes confirman que los
hijos de los afectados por el gas también sufren daños. El porcentaje de
defectos de nacimiento en Bhopal es 10 veces superior al resto del país,
la frecuencia de cáncer es mucho más alta que el promedio. El agua de más
de 30 mil habitantes de Bhopal sigue contaminada por la fuga. Las víctimas
y familiares han luchado duramente, por décadas, para que se atienda y
paguen los gastos médicos de los afectados, se limpie el lugar y se juzgue
a los responsables.

Dow compró la transnacional Union Carbide en el año 2001. Fue una jugosa
expansión de su lucrativo negocio de vender tóxicos, y una forma de seguir
las operaciones, zafándose de la mala reputación del accidente. Según el
contrato de compra, Dow se haría cargo de todas las responsabilidades de
Union Carbide. Dow reservó 2 mil 200 millones de dólares para potenciales
demandas relacionadas a asbestos (amianto) en Estados Unidos, pero nada
para atender las indemnizaciones pendientes en la India, mostrando que
para ellos la vida de la gente en los países de Sur no vale nada. Nunca se
presentó a tribunales en la India. Por el contrario, asumió una actitud
agresiva contra las víctimas, demandando legalmente por miles de dólares a
los que se manifestaron frente a la empresa sobre el desastre de Bhopal.
El 8 de junio 2010, un tribunal falló contra ocho ejecutivos de Union
Carbide. La sentencia por haber provocado la muerte de 22 mil personas es
de un cinismo feroz: dos años de cárcel y cerca de 2 mil dólares de multa
para cada uno, pese a que ninguno de los seis sistemas de seguridad de la
fábrica funcionaba en 1984, solamente para ahorrar costos a la empresa.
Warren Anderson, presidente de Union Carbide en el momento de la explosión
y principal responsable, huyó a Estados Unidos, donde sigue viviendo en el
lujo, defendido de los pedidos de extradición por los abogados de Dow.

Lejos de ser un caso aislado, de otra empresa, Dow tenía ya historia con
genocidios. Fabricó el napalm que se usó en Vietnam y comparte con
Monsanto haber producido el Agente Naranja, tóxico que también se usó en
Vietnam y que hasta el día de hoy sigue produciendo deformaciones en los
nietos de las víctimas. También en ese caso, Dow y Monsanto trataron de
evadir cualquier compensación, pagando finalmente minucias. Más cercano,
Dow está en juicio por la venta y promoción –a sabiendas de sus graves
consecuencias– del agrotóxico nemagón (DBCP) en varios países
latinoamericanos, que ha provocado esterilidad en trabajadores de las
plantaciones bananeras y deformaciones congénitas en sus hijos (ver la
página electrónica http://www.elparquedelashamacas.org).

Estos horrores no son una excepción, sino moneda corriente de las empresas
de transgénicos, que en forma sistemática desprecian la vida humana, la
naturaleza y el ambiente, para aumentar sus lucros. Recordemos, por
ejemplo, que Syngenta plantó ilegalmente cultivos de maíz transgénico en
áreas naturales protegidas en Brasil, y luego, frente a la ocupación de
protesta que realizó el Movimiento de los Sin Tierra, contrató una milicia
armada que disparó a mansalva, asesinando a Keno, del MST. Monsanto
intenta ahora mismo aprovechar la tragedia que provocó el terremoto en
Haití para imponer allí la contaminación y dependencia a sus semillas
modificadas. DuPont continuó vendiendo agrotóxicos restringidos en Estados
Unidos –como el Lannate (methomyl)– en Ecuador, Costa Rica, Guatemala,
donde provocó el envenenamiento de miles de campesinos. Basf y Bayer están
acusadas de casos similares.

¿Se podrá creer a estas empresas que los transgénicos no tienen impactos
al ambiente y la salud y que si hubiera contaminación transgénica del maíz
en su centro de origen, ellos lo vigilarán y controlarán? (Silvia Ribeiro)

Además:
M.Prives, N.Lisenkov: Anatomía Humana. (Tres tomos)
Germán Martínez Hidalgo: El Bosón de Higgs, la partícula misteriosa en
busca del origen de la materia
Stephen J. Gould y Richard Lewontin: La adaptación biológica
Noam Chomsky: Las 10 Estrategias de Manipulación Mediática
Concepción Cruz: No está en los genes
Jesús García: Mecanismos de poder en el terreno de la salud y la enfermedad
Faustino Cordón: La biología evolucionista y la dialéctica
Paul Lafargue: El Origen de las Ideas Abstractas
Eric Hobsbawm: Las ciencias naturales
Gordon Childe: Los orígenes de la civilización
Alan Woods: Una alternativa el Big Bang, “El universo no tuvo principio ni
tendrá final”
L. Vlasov y D. Trifonov: Quimica Recreativa
León Lederman, (Premio Nobel de Física): ¡Detengan el siglo. No estamos
preparados!
Federico Engels: El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre
Ernesto Suarez y Olga Delfiore: Evolución del universo y modelos explicativos
A.I.Oparin: El origen de la vida
León Trotsky: El materialismo dialéctico y la ciencia.
Juan Luis Arsuaga/ Ignacio Martínez: La especie elegida.
Juan Ortiz: El Materialismo Dialéctico y el Cálculo
Stephen Jay Gould, La postura hizo al hombre
Giordano Bruno, Filosofo y Cientifico, Quemado en la Hoguera hace 400 años
Isaac Asimov: Grandes Ideas de la Ciencia
Ilia Prigogine. (Premio Nobel de Química): El desorden creador.
Ardea Skybreak: La ciencia de la evolución
León Trotsky: Radio, ciencia, técnica y sociedad
Steven Weinberg, (Premio Nobel de Fisica): ¿Un Universo Diseñado?
Y muchos otros temas más:

http://www.nodo50.org/ciencia_popular/

11/11/2011 Posted by | Agricultura yGanadería, Economía, General, Medio Ambiente, Politica Internacional, Politica Latinoamerica, Reflexiones, Salud, Uncategorized | , , , , , , , , , | 1 comentario

El gran negocio transnacional de los medicamentos


12-02-2010

Pedro Rivera Ramos

Argenpress

La producción de medicamentos constituye uno de los componentes más importantes, más sólidos y más poderosos, conque cuentan en la actualidad las gigantescas corporaciones transnacionales, que luego de la reestructuración que hiciesen de su producción de plaguicidas, se autocalificarán como “industrias de las ciencias de la vida”, al pasar a controlar virtualmente todas las actividades esenciales para los seres humanos en todo nuestro planeta.

Así, Syngenta, Monsanto, Bayer y otras, poseen una concentración de intereses y un poder casi absoluto de áreas tan vitales, además del lucrativo mercado farmacéutico, que comprende a las semillas agrícolas, los productos veterinarios, los plaguicidas, la biotecnología y el transporte y distribución de alimentos. Esto explica en gran medida, muchas de las particularidades que hoy rodean y definen a una industria farmacéutica, mucho más identificada con conceptos como rentabilidad económica, acumulación de capital y beneficios, que en curar y salvar vidas humanas.
En un mundo donde un niño menor de diez años muere cada cinco segundos por hambre; más de 60 millones de mujeres dan a luz sin asistencia médica; 2,400 millones de personas carecen del acceso a servicios sanitarios básicos; una tercera parte del planeta, según la OMS, no tienen acceso a los medicamentos esenciales y más de 10 millones de niños mueren anualmente por enfermedades para las que existen tratamientos; la poderosa industria farmacéutica, concentrada en un puñado de empresas de países altamente desarrollados y que monopolizan más del 85% del valor de la producción mundial de fármacos, en buena parte protegidos por un sistema de patentes totalmente injusto, arbitrario y fuera de control, genera utilidades superiores a los 446 mil millones de dólares anuales.

Su poder es tal magnitud que imponen sus precios, discriminan en sus ventas, aplastan las producciones locales, sobornan políticos, médicos y autoridades de salud pública, en un negocio donde prevalece cada vez menos la ética y la salud y sí la codicia y el mercantilismo más rampante. De ese modo, lo que realmente le interesa a la gran industria farmacéutica, no es la producción de medicamentos para curar, sino, como bien afirmara el premio Nóbel de medicina de 1993, Richard J. Roberts, en entrevista en mayo del 2008 a la revista Autogestión, que el verdadero interés de éstas empresas por los fármacos es “sólo para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan del todo y de una vez para siempre”. Más concretamente: clientes, pacientes y usuarios; pero nunca, ni lo suficientemente muertos ni lo suficientemente sanos.

Esta pronunciada y cínica orientación del negocio farmacéutico transnacional, se descubre en toda su amplitud cuando advertimos que la venta de drogas para mejoramiento estético, reducir peso corporal, dominar el stress o superar la impotencia, es decir, para gente esencialmente sana, representa una de sus principales preocupaciones investigativas y es la que les genera sus mayores ingresos.

Esto demuestra que la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos, cuyo más alto volumen de producción y consumo se realiza en los países altamente industrializados, además de estar adaptada a sus condiciones socioeconómicas con niveles de prevención, higiene y alimentación diferentes a los que tienen los habitantes de los países del llamado Tercer Mundo, está dirigida hacia los sectores de la población mundial que disfrutan de ingresos sustanciales o cuentan con dolencias o padecimientos altamente lucrativos.

Por ello no resulta exagerado conocer, que casi el 90% del presupuesto que estas poderosas industrias destinan a la investigación y desarrollo de nuevas drogas, persigue el interés de atender los problemas de salud de sólo el 10% de la población mundial. A esto se añade que otro elemento que exhibe el verdadero móvil del multimillonario negocio farmacéutico, lo encontramos en el impresionante gasto que realizan en sus renglones de comercialización y publicidad.

Sólo en el área de comercialización admiten sin mucha reserva, que invierten más de tres veces lo que gastan en investigación y desarrollo y que el monto de su publicidad para los países capitalistas desarrollados, ronda el 30% del valor total de sus ventas. Precisamente en el campo de la publicidad emplean “todas las tácticas conocidas en el mundo capitalista: folletería de lujo, publicidad por saturación, muestra gratis, viajes, obsequios, conferencias, control de publicaciones y, lo más importante, visitas reiteradas de vendedores especializados (“representantes” o “visitadores” médicos)”¹

La salud, que junto a la educación y a la alimentación, constituyen derechos básicos de cualquier ser humano con total independencia de su nivel de ingreso, aparece, para felicidad y complacencia de la industria farmacéutica transnacional, considerada como una mercancía más en los tratados de libre comercio y en la OMC. Allí se discuten e imponen normativas sobre propiedad intelectual y acceso a los medicamentos, que tienen un efecto dramático y devastador sobre la salud de millones de personas en el mundo y, principalmente sobre pacientes de países pobres con SIDA, Alzheimer, afecciones cardíacas, hipertensión y otras.

Las patentes sobre medicamentos, basados muchos de ellos en compuestos bioquímicos y conocimientos tradicionales recogidos o robados en las regiones tropicales y subtropicales, niegan toda la teoría económica liberal fundada en el libre comercio, al sustentarse irónicamente en el proteccionismo y los derechos monopólicos. Este privilegio que limita sensiblemente la competencia entre las empresas, ejerce una fuerte restricción sobre la fabricación y distribución de fármacos genéricos que son producidos por países como India, Brasil y Tailandia y que pueden costar hasta un 50 por ciento menos que los medicamentos patentados.

Los genéricos no solamente han demostrado ser más baratos y muy exitosos como equivalentes terapéuticos de los productos de marca, –la experiencia brasileña en el tratamiento del SIDA así lo confirma– sino que representan un ahorro considerable de divisas para los países pobres. Esto explica las razones que llevaron a los 146 países miembros de la OMC a fines de agosto del 2003, a poner en práctica parcialmente el punto # 17 de la Declaración ministerial de Doha, que recalca que el Acuerdo relativo a los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual, “se interprete y aplique de manera que apoye la salud pública, promoviendo tanto el acceso a los medicamentos existentes como la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos”. Con dos años de retraso y luego de ocho meses de bloqueo por Estados Unidos, el acuerdo alcanzado permite que los países pobres, puedan tener acceso a fármacos de bajo precio para luchar contra las enfermedades únicamente infecciosas.

Pero esta decisión, que distó mucho de poner en peligro a las principales patentes farmacéuticas y sus jugosos beneficios, no fue bien recibida por las poderosas empresas que hay detrás. Nada tardaron en la Unión Europea para manipular la normativa aduanera y bajo el supuesto de sospechas de falsificaciones médicas protegidas por propiedad intelectual, obstaculizar hasta por seis meses en aeropuertos de Holanda y Alemania principalmente, el comercio de fármacos genéricos legítimos. De todos modos, incautar o retener remesas médicas legales por presiones de empresas farmacéuticas multimillonarias, es un acto no sólo criminal, sino absolutamente inmoral, y pone de manifiesto la estrecha colusión existente entre estos Estados y sus omnipotentes industrias farmacológicas.

Precisamente es este vínculo el que sirve para explicarnos las exageradas exigencias que aparecen en los capítulos de propiedad intelectual de los TLC y que en la mayoría de las ocasiones, rebasan todo lo previsto hasta ahora en las normativas y discusiones en la OMC. En esas tratativas y aprovechándose de la debilidad de los países con los que negocian, terminan por imponerles períodos superiores a los 20 años de vigencia para sus patentes; protección para sus datos de prueba de 5 a 10 años; descartar hasta el uso de la salvaguardia más importante que permite la OMC: las licencias obligatorias.

Naturalmente que nadie puede objetar la lucha necesaria contra las falsificaciones o adulteraciones de productos farmacéuticos y todos los países deben adoptar las medidas que consideren indispensables. Con esto se frenaría ampliamente un negocio que logra falsificar el 10% de los medicamentos disponibles en el mercado mundial, generando más de 40 mil millones de dólares al año. Actividad que no sólo representa la distribución y consumo de fármacos ineficaces, sino que además, puede causar víctimas fatales como las casi doscientas personas que en el 2006, fueron envenenadas con dietileneglycol en Panamá o el tráfico de efedrina y medicamentos adulterados descubierto en Argentina en agosto del 2008 y que terminó con un triple homicidio.

No obstante, también es preciso exigir responsabilidades a los laboratorios farmacéuticos transnacionales, cuando prefieren escoger las ganancias y el lucro, en lugar de salvaguardar la salud y la vida de los seres humanos. No es necesario explicar mucho esto para saber de lo que hablamos. Allí están los ejemplos con el antiinflamatorio Vioxx (rofexocib) de la empresa Merck, misma que según Peter Gillespie, tenía en Estados Unidos a principios del 2007, “2,300 millones de dólares por conceptos de impuestos no pagados por transferir sus patentes de medicamentos a una compañía fantasma en Bermuda y luego deducir de sus impuestos las regalías que se pagó a sí misma”.²

Del mismo modo, encontramos el antibiótico Baytril de los laboratorios Bayer, que hace algunos años atrás fue prohibido parcialmente por la FDA (Agencia de Drogas y Alimentos de Estados Unidos), ya que pese a estar recomendado para uso veterinario, se descubrió que “afectaba sensiblemente la acción de algunos productos con destino similar en los humanos”. También de la Bayer, empresa responsable de varios tóxicos agrícolas, hubo que retirar el Lipobay (Cerivastatina), recomendado para combatir el colesterol, cuando se demostró ser el causante de miles de muertes por infartos. Pfizer, otro poderoso laboratorio farmacéutico, tuvo problemas similares en el 2004 con dos de sus medicamentos estrellas: Celebrex y Bextra (valdecoxib).

Estas pocas muestras del comportamiento de la industria farmacéutica, ponen de manifiesto que la lógica mercantil que impera en sus actividades, carece por completo de ética. En ella es muy común la demora en reconocer los efectos secundarios de sus productos y retirarlos del mercado,aún a costa de la vida de las personas; abultar sus costos de investigación y desarrollo para justificar el precio de sus sustancias patentadas; lanzar versiones modificadas de productos existentes, sin que representen ningún adelanto químico significativo; y aprovecharse con mucha efectividad del considerable apoyo económico que les brindan generosamente los Estados altamente desarrollados. En resumen, las transnacionales de los medicamentos están más ligadas a los intereses de Wall Street, que son a su vez los del avasallador mercado, que a las necesidades más apremiantes de toda la Humanidad.

Notas:

1) Sanjaya Lall. Los efectos de la tecnología avanzada en los países en desarrollo: el caso de la industria farmacéutica. Revista Comercio Exterior de México. Noviembre de 1976.

2) Peter Gillespie. El negocio offshore. Servicio de Noticias de la Red del Tercer Mundo. 30 de julio de 2007.

12/02/2010 Posted by | General, Politica Internacional, Reflexiones, Uncategorized | , , , , , , | Deja un comentario

Alerta médica: los transgénicos amenazan la salud


07-06-2009

Silvia Ribeiro

La Jornada

La Academia Americana de Medicina Ambiental (AAEM, por sus siglas en inglés), hizo pública en mayo 2009 su posición sobre los alimentos transgénicos. Por la salud y la seguridad de los consumidores llaman a establecer urgentemente una moratoria a los alimentos genéticamente modificados y la implementación inmediata de pruebas independientes y de largo plazo sobre su seguridad.

Llaman a los médicos a educar a sus pacientes, a la comunidad médica y al público para evitar los alimentos genéticamente modificados; a considerar el papel de los alimentos transgénicos en los procesos de enfermedad de sus pacientes y a documentar los cambios en la salud de los pacientes cuando dejan de consumir alimentos transgénicos. Instan a sus miembros, la comunidad médica y la comunidad científica independiente, a recopilar estudios potencialmente relacionados con el consumo de transgénicos y sus efectos sobre la salud, y a comenzar una investigación epidemiológica para examinar el papel de los alimentos transgénicos sobre la salud humana.

Una importante conclusión en la que basan su toma de posición es que, a partir de los múltiples ejemplos analizados, “hay más que una relación casual entre alimentos transgénicos y efectos adversos para la salud”. Explican que según los criterios de Hill (de Bradford Hill, ampliamente reconocidos académicamente para evaluar estudios epidemiológicos y de laboratorio sobre agentes que puedan suponer riesgos para la salud humana) “existe causalidad en la fuerza de asociación, la consistencia, la especificidad, el gradiente y plausibilidad biológica” entre el consumo de alimentos transgénicos y los efectos adversos a la salud.

Entre los efectos negativos, comprobados a partir de decenas de estudios en animales, mencionan riesgos serios, como infertilidad, desregulación inmune, envejecimiento acelerado, desregulación de genes asociados con síntesis de colesterol y regulación de insulina, cambios en el hígado, riñones, bazo y sistema gastrointestinal. Citan, entre otros, un estudio de 2008 con ratones alimentados con maíz transgénico Bt de Monsanto, que vincula al consumo de maíz transgénico con infertilidad y disminución de peso, además de mostrar la alteración de la expresión de 400 genes.

La Academia señala que ante la generalización del consumo de transgénicos, lo urgente es realizar estudios epidemiológicos. Esto es altamente relevante para el caso del maíz en México: aquí el maíz se consume cotidianamente en toda la población, por lo que los efectos de los trasngénicos en este tipo de alto consumo son diferentes y muchos más graves que lo que se puede observar en casos puntuales.

Una fuente citada por el documento de la Academia es el extenso libro Genetic roulette (Ruleta genética) de Jeffrey Smith, que documenta en forma minuciosa y con cientos de referencias científicas, 65 casos de efectos adversos de los transgénicos sobre la salud de personas y animales, incluyendo casos de vacas y ovejas que murieron en Alemania e India, luego de alimentarse rutinariamente con cosechas transgénicas. Este autor alerta que todos somos conejillos de indias para la industria biotecnológica –que ha podido liberar en campo e invadir los alimentos con transgénicos sin necesidad de probar su inocuidad para la salud humana en ninguna parte del mundo – pero que particularmente los niños y las mujeres embarazadas son las que corren mayores riesgos.

La asociación médica refiere también el reciente estudio de la Unión de Científicos Preocupados de Estados Unidos, que analizando 13 años de cultivos transgénicos muestran que éstos tienen menores rendimientos y que si hubo aumento de producción no se debió a transgénicos sino a manejos de tipo convencional. Introducen este análisis sobre productividad, para concluir que tampoco en este aspecto muestran ninguna ventaja, por lo que nada justifica el serio riesgo para la salud en las áreas de toxicología, alergia y función inmune, salud reproductiva y salud metabólica, fisiológica y genética que representan los transgénicos, por lo que lo único sensato es aplicar un estricto principio de precaución, estableciendo una moratoria total e inmediata.

A los riesgos que plantean los transgénicos en sí mismos, se agrega el aumento de uso de agrotóxicos y las enfermedades que éstos provocan (están diseñados para usar más agroquímicos, nuevamente no por casualidad sino por causalidad: los fabricantes de trangénicos, Monsanto, Dow, Dupont, Syngenta, Bayer, Basf, son también los mayores fabricantes de venenos agrícolas del planeta).

La trampa está en la inversión de lógica que las trasnacionales han logrado imponer : en lugar de etiquetar con una advertencia a los alimentos que contienen agrotóxicos y transgénicos, obligan a que se tenga que separar, etiquetar y cuesten más caros los alimentos orgánicos y sanos.

La solidez de las posiciones argumentadas por la Academia de Medicina Ambiental contrastan con la supina ignorancia del secretario de Agricultura Alberto Cárdenas y otras autoridades gubernamentales que declaran –sin ninguna prueba de ello– que los transgénicos no son un riesgo para la salud. Igual que con los cerdos industriales de Granjas Carroll y otros grandes criadores. ¿Cuánta gente tendrá que enfermar o morir para que dejen de proteger –y subsidiar– las ganancias de las trasnacionales que crean las enfermedades?

Existen muchas alternativas para producir y alimentarse sanamente, que no implican riesgos, mantienen las fuentes de sustento para las mayorías, cuidan la biodiversidad, afirman la soberanía alimentaria y los derechos de los campesinos. Los transgénicos solamente crean riqueza para unas pocas trasnacionales, amenazando la salud de todos.

Posición de la AAEM en castellano: www.biodiversidadla.org/Principal/Contenido/Noticias/Alimentos_geneticamente_modificados

La autora es Investigadora del Grupo ETC. http://www.jornada.unam.mx/2009/06/06/index.php?section=opinion&article=021a1eco

07/06/2009 Posted by | Medio Ambiente, Politica Internacional, Politica Latinoamerica, Sociedad y Cultura, Uncategorized | , , , , , , , , , , , , , , , , | Deja un comentario