America Latina Unida

Mi selecciòn de temas vinculados a Argentina y a la Patria Grande.

Mao, Sartre y Zannini – José Pablo Feinmann


Mao, Sartre y Zannini

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Por José Pablo Feinmann
La derecha argentina vive días de amargura. El horizonte se ha oscurecido, y a ese candidato dócil, que, en el peor de los casos, habría de ganar las elecciones presidenciales si no lo hacía el candidato perfecto, obediente, hijo de uno de los impecables representantes del capitalismo nativo (con sus caras luminosas y las otras oscuras, tan oscuras como noche sin luna o habitaciones subterráneas, abovedadas y secretas), ese candidato dócil, decíamos, ha dejado de serlo. No por él, acaso. Aunque él consintió el escarnio. Sino por el vicepresidente que le han adosado. Podrá, él, decir lo que quiera, pero que se lo han adosado, sí, se lo han adosado. ¿Y quién sino ella, la dictadora, la autoritaria, la pérfida conductora, la malvada y hasta el mismo Mal, podría ser la culpable de semejante agresión al republicanismo? En suma, a Scioli le han puesto a Zannini. Y basta echar una mirada sobre él, Zannini, para ver qué es, ya que ni siquiera lo esconde. Es un chino y además así le dicen. Le dicen Chino. No sería grave si el Chino no hubiese sido (y, se dice, aún es, ya que nadie deja de ser lo que fue) maoísta en su juventud, que aún se prolonga hasta nuestros días, prepotente. ¿Cuál es el peligro real, hoy, de semejante simetría? Por decirlo claro: si donde hubo amor cenizas quedan, ¿qué resta hoy de Mao en Zannini? ¿Es Zannini el retorno de Mao? ¿Es Zannini el protagonista de un nuevo Gran Salto Hacia Adelante, como el que diera el líder chino en 1958? (Leer la contratapa de Juan Forn –excelente como todas– “Cara a cara con la revolución”, del 19/06/2015.) Ante todo, ¿quién fue Mao? ¿Por qué adhirieron a él, no sólo las fervorosas y letales juventudes chinas de la Revolución Cultural, sino los más grandes pensadores franceses, con Sartre a la cabeza pero también con Lacan, Foucault y Deleuze?

Mao fue un gran líder político que –entre muchos otros logros– consiguió que una nación de cientos de millones de habitantes leyera solamente un único libro, un pequeño libro con sus tapas teñidas de rojo, que contenía sus consejos, sus escritos, sus discursos. Ese libro fue impuesto por una formación político-militar llamada Guardias Rojos, y que estaba al servicio del gran líder y dirigida por una fascinante mujer llamada Chiang Chin o, sobre todo en Occidente, Madame Mao. Que solía definirse como “el perro furioso de Mao”. Dado que cuando Mao le ordenaba que mordiera, ella mordía. Los Guardias Rojos –jóvenes la enorme mayoría– leían el Libro Rojo o imponían su lectura a todos y en todas partes. Eran fanáticos y brutales. Hoy, todo esto permanece como parte de la historia más dura del autoritarismo en el siglo XX. De aquí que una definición de maoísmo no pueda sacudirse su sinonimia con autoritarismo, Estado dictatorial, ideología de violencia y muerte. De acuerdo. Aunque podríamos reflexionar si en el ámbito de la “civilización occidental capitalista” no leemos diariamente nuestro libro de Mao, con otros colores, con más sutileza, con más tecnología. Lo Uno ideológico que difunde el poder comunicacional por medio del entretenimiento, del cine, de la propaganda, de la moda, coloniza las conciencias, no de un país, sino de enteros continentes. Y la violencia no le es ajena a este sistema sujetador de sujetos, sino que estalla en todas partes, ya que –desde el inicio de la Guerra contra el Terror– la potencia hegemónica, con el respaldo de todo el Occidente capitalista, puede entablar guerras donde lo necesite. En un mundo sin ideas ni ideologías, el concepto geopolítico que justifica las guerras intervencionistas es el de democracia. Y la democracia siempre falta donde está el elemento energético que el imperio necesita. Así, las tropas de la civilización y de Occidente intervienen, restablecen los valores democráticos, asesinan a los dictadores y se quedan con el petróleo o lo que sea necesiten.

Del Libro Rojo se publicaron más de novecientos millones de ejemplares. Se trata del libro con más ediciones y mayor difusión después de la Biblia, acaso el Libro Rojo del Occidente capitalista y cristiano. Son, lo dijimos, recopilaciones de frases, escritos y discursos de Mao. Una de sus frases más brillantes es: La bomba atómica es un tigre de papel. La recopilación perteneció a Lin Piao, que fuera ministro de Defensa de Mao y cayera luego en desgracia hasta morir en un vuelo hacia Moscú, presuntamente porque se le acabó el combustible o porque lo liquidó la artillería de su jefe, cuyo pensamiento tan prolijamente había reunido; olvidando, tal vez, una sola máxima: “Si tu enemigo huye en un avión, no lo mates. Bastará con derribar el avión”. En el prólogo a la edición de 1966, Lin Piao había escrito: “Para asimilar el pensamiento de Mao Tse-tung es necesario estudiar una y otra vez sus muchos conceptos fundamentales; conviene aprender de memoria sus frases clave, estudiarlas y aplicarlas reiteradamente. En la prensa deben insertarse citas del presidente Mao de acuerdo con la realidad, para que la gente las estudie y las aplique”. Y así seguía. El Libro Rojo era la condensación de la sabiduría política y guerrera de Mao Tse-tung. Fue la Biblia del Occidente revolucionario durante los sesenta y parte de los setenta. Los jóvenes de la izquierda peronista lo leyeron con fervor. Algunos textos fueron tan consultados como los del mismísimo Perón, sobre todo: Sobre la guerra popular y uno muy serio, bien trabajado, Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo. Perón, desde Madrid, se identificaba con el gran líder chino. Lo citaba. Y una consigna se cantó en las más combativas movilizaciones: “Mao y Perón / Un solo corazón”.

En Francia, grandes pensadores adhirieron, si no al pensamiento de Mao, a su política revolucionaria, a su condición de jefe revolucionario que se ponía, desafiante, a la izquierda de Moscú, siempre entregado a esa coexistencia pacífica que irritaba a Ernesto Guevara. En París, el maoísmo animó las rebeliones de Mayo del ’68, tan bullangueras, tan creativas en esas consignas que habrían de pasar a la historia, reunidas en libros prestigiosos, bellas literariamente en tanto, aquí, en Argentina, apenas un año después estallaba el Cordobazo, sin consignas de vuelo literario pero con muertos en el presente y, muy especialmente, en el horizonte, primero a manos del sanguinario brigadier Lacabanne (puesto para esa tarea por López Rega, elogiado por Mariano Grondona exactamente por eso en su pieza macabra “Meditación del elegido”) y luego por Jorge Videla. No hubo un solo muerto en el Mayo francés. Podían ser bravos porque sabían (y muy bien lo sabían) que no tenían a un Videla en el horizonte. Llamaron a Sartre para que les hablara públicamente. Y ahí fue el genial autor de la Crítica de la razón dialéctica y el prólogo al libro de Fanon sobre los condenados de la tierra. Su primera charla fue un éxito. Sartre necesitaba que los jóvenes rebeldes lo escucharan. Quería demostrarles a sus rivales posestructuralistas que era el más vigente. Hubo un segundo encuentro. Sartre llega y se encuentra con un papel sobre el escritorio. Ahí se lee: “Sartre, no nos des la lata. Sé breve”. Se desalienta, supone que está viejo. Que el maltrato dado a su cuerpo durante la escritura de la Crítica lo ha deteriorado sin retorno. Entre otras cosas tomaba veinte pastillas diarias de anfetaminas, fumaba cuarenta cigarrillos, bebía alcohol en abundancia y recurría a las aspirinas, casi diez por día, para quitarse los dolores de cabeza. (Ver: Carlos Correas, “Atisbos sobre Sartre”, en Tomás Abraham presenta: Vidas filosóficas, Eudeba, Buenos Aires, 1999, p. 23.) Tenía sesenta y tres, casi sesenta y cuatro años. Estar cerca de los jóvenes era lo único que lo rejuvenecía. Al darse cuenta, los jóvenes le faltan el respeto. Ninguno o casi ninguno habría leído la Crítica, ¿para qué? ¿O acaso no tenían a mano el Libro Rojo de Mao, mucho más pequeño, fácil y con el prestigio que siempre tienen los revolucionarios sobre los intelectuales? Apenas leyó ese papel oprobioso, fruto de la soberbia de los tilingos rebeldes, niños de la pequeña burguesía parisina, de los que sólo uno murió porque dio un mal paso y se cayó al río, Sartre debió insultarlos duramente e irse a su casa y seguir con su interminable Flaubert, que es, ni más ni menos, que la aplicación práctica de las categorías todavía formales de la Crítica a una existencia individual. “Entre individuo e historia hay identidad ontológica y reciprocidad metodológica” (Crítica, cito de memoria). Pero andaba mal. Sus años postreros son tristes. Sus empeños en seguir militando hasta el final, metiendo el cuerpo en varias causas, prestando su nombre a personas y organizaciones que ni siquiera lo habían leído, patéticos. Tanto miedo a envejecer le jugaba en contra. Así, lo veremos vendiendo el diario maoísta La Causa del Pueblo, a él, que no era maoísta, que sólo quería ayudar a gente con la que disentía pero era incapaz de no querer.

Si Zannini fue –en el pasado– un maoísta, lo fue como lo fueron tantos. Hoy es un hombre de la democracia. Y aquí radica toda la diferencia. Zannini no cree –como Lenin en El Estado y la revolución– que pueda existir una dictadura democrática. Es conocido este argumento: la dictadura del proletariado es democrática porque es una dictadura del pueblo, de las mayorías proletarias y campesinas. No hay tal cosa. Nunca la hubo. La dictadura del proletariado es un concepto trágico de Marx. Siempre terminó por ser la dictadura del partido y luego la del líder todopoderoso, con la teoría convertida en dogma. Zannini, sin duda, endurece la fórmula de Scioli al integrarla. Se dirá, también, que la cristiniza. Es posible. Pero hay algo que puedo jurar. Mao Tse-tung, aunque el Frente para la Victoria gane por paliza, no será el nuevo vicepresidente de la Argentina.

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21/06/2015 Posted by | General, Medios de Comunicaciòn, Política Argentina, Politica Internacional, Politica Latinoamerica, Reflexiones, Sociedad y Cultura, Uncategorized | , , , , , , | Deja un comentario

Expectativa y esperanza entre turistas argentinos por la visita de Cristina


07/06/2015 Posted by | General, Política Argentina, Politica Internacional, Politica Latinoamerica, Reflexiones, Videos | | Deja un comentario

Buitres y guanacos – Horacio Verbitsky


Buitres y guanacos

Entre el pago a los buitres de Macrì y la rebaja de salarios del cazador de guanacos Lucas Llach, es posible imaginar cómo gobernaría esa alianza PRO-UCR-CCL. Por suerte Carrió se desentiende de la economía, ocupada en defender al renunciante golpeador De Narváez y a la República Perdida. Massa se paraliza ante el vacío sádico de Macrì, que cada día le baja el precio y ya ni gratis lo acepta. La batalla de los republicanos contra la corrupción no cabe en la canasta de Recalde.

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Dentro de dos semanas, justo cuando se cierre la inscripción de aspirantes a la presidencia de la Nación, se cumplirá un año del fallo de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos que dejó firme la decisión del juez de Wall Street Thomas Griesa a favor de los fondos buitre.

Maurizio Macrì visitaba Israel. Gracias a las seis horas de diferencia estaba bien despierto cuando recibió un llamado desde la radio del Grupo Clarín. Pero no lo parecía: “Habrá que pagar al contado”, opinó. También dijo que lo había hablado con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Sin querer, el diálogo se puso humorístico:

–¿Y qué le dijo Netanyahu?

–Sólo asintió, porque es un hombre de pocas palabras.

En cambio el gobierno mantuvo invariable la propuesta que Cristina comunicó en la celebración rosarina del Día de la Bandera, de “un acuerdo beneficioso e igualitario para el ciento por ciento de los acreedores”. Ni los buitres ni su juez lo aceptaron, la Argentina mantuvo su posición y no sucedió ninguna de las catástrofes vaticinadas por medios, políticos y economistas opositores. Esto fortaleció a los candidatos del FpV que, con matices menores entre ellos, prometen continuar con las mismas políticas de CFK. El viernes, un nuevo fallo de Griesa sumó otros 5400 millones de dólares a la cuenta que la Argentina debería pagar a quienes no renegociaron en 2005 o 2010, una prueba adicional de que el rechazo oficial fue acertado. Hasta ahora, Macrì no dijo esta boca es mía.

El presidente del bloque de diputados bonaerenses de la Coalición Cívica Libertadora, Walter Martello, explicó entonces que quien influyó a Macrì para fijar aquella posición tan instantánea como disparatada fue su amigo de infancia, asesor, testigo de boda y financista, Nicolás Martín Caputo. Para avalarlo, reprodujo una frase significativa del balance que en esos días presentó el Grupo Caputo: “Se aguarda para el 2015 una solución rápida del conflicto con los holdouts que permita revertir la actual tendencia negativa en el nivel de actividad”. Caputo tenía entonces en ejecución una cartera de obras para la Ciudad y la Nación por 1.500 millones de pesos, agregó Martello para que se comprendiera el sentido del consejo. Pero desde que Elisa Carrió sentenció que “Macrì es corrupto pero republicano” y se integró a la alianza que irá a las PASO con la UCR y el PRO, la información ya no está accesible en esa página. Los negocios por encima del interés colectivo, el Estado como gestor de esos beneficios particulares. Nada sorprendente porque así nació la PROpuesta Republicana. Caputo tiene menos éxito con su amigo cuando se trata de decisiones políticas, como el acercamiento que propugna a Sergio Massa.

El talón de Aquiles

Ernesto Sanz anunció que su candidato a vicepresidente será Lucas Llach, quien ya estaba coordinando los equipos técnicos del senador mendocino. La diligente prensa escrita y televisada permitió saber que se trata de uno de los hijos del ex viceministro de Economía de Menem y ex ministro de Educación de De la Rúa, Juan Llach, y que realizó un posgrado en Harvard. También se divulgó que corre descalzo, apoyando el pie en los metatarsianos y no en los talones, pero es tan sofisticado que lo denomina barefoot running. Además supimos que postula como ideal la dieta de hace ocho mil años y que la puso en práctica en un Mesón de Comida Paleolítica bautizado con el ingenioso nombre Como Sapiens, que Llach comparte con Cecilia, hija del diputado de PRO Federico Pinedo. Con los mismos aires del infante Froilán, Llach propuso una carrera “Persiguiendo al guanaco 2015”, hasta que los camélidos cayeran muertos por agotamiento y deshidratación, pero no llegó a realizarla por la sensata prohibición del gobierno de Chubut. Los malditos peronistas, siempre interviniendo desde el Estado en las iniciativas privadas. Además inventó TipType, un teclado virtual para Android y apostó 500 dólares a quien pudiera escribir más rápido en el telefonito. Martín Lousteau puede respirar aliviado de que su colega y amigo no se postule para gobernar la ciudad de Buenos Aires, inagotable incubadora de freaks y nerds, y en cambio se arriesgue a reclamar el voto de bonaerenses, salteños, riojanos y sanjuaninos. El haber elegido a Llach también demuestra que Sanz no se propone capitalizar la extensa estructura partidaria en la competencia con Macrì, sino ponerla a disposición del precandidato neocon. Ni siquiera le molesta la contradicción con su compañero de fórmula sobre temas centrales, como la Asignación Universal por Hijo, que Sanz denigró como promotora del vicio y Llach encomió como el mejor aporte del kirchnerismo.

Lo curioso es la omisión generalizada sobre el pensamiento económico de Llach, y no porque él lo haya ocultado. Por el contrario, lo difundió en dos libros sobre historia económica escritos en colaboración con Pablo Gerchunoff, el jefe de asesores del ministerio de Economía en los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa. Especialista en privatizaciones, reforma del sector público y del mercado laboral, hace quince años Gerchunoff defendió ante estupefactos diputados radicales y del Frepaso la rebaja de sueldos a 130.000 empleados públicos como única alternativa para no despedir a 30.000. Los radicales no conciben ajustar más que sobre los asalariados, de modo que su horizonte intelectual se limita a la opción binaria entre el hambre y las ganas de comer, siempre ajenos, claro.

El enemigo principal

En Como Sapiens, Llach sostiene que “la agricultura y la domesticación de animales permitieron que aumentara la población. Pero más no siempre es mejor”. Este razonamiento es idéntico al que la oligarquía aplica desde el golpe de 1955, cuando el segundo ministro de Hacienda del dictador Aramburu, Roberto P. Verrier, descubrió que éste era un país espléndido pero le sobraban cinco de sus veinte millones de habitantes, cosa que en 1991 le recordé en una entrevista al padre de Llach, al entonces peronista y hoy radical Javier González Fraga y al ex viceministro radical Adolfo Canitrot, quienes disimulaban con distintas tácticas su afinidad profunda con Verrier. En las seis décadas transcurridas desde la Revolución Fusiladora, la política del mal llamado liberalismo argentino consistió en excluir de la civilización, el consumo y/o los derechos políticos a esa masa bárbara que hoy, si se mantuviera aquella proporción, pasaría de los diez millones. Agrega Llach en Como Sapiens que “la dieta llena de harinas, arroces, azúcares es una alimentación muy diferente a la que nuestro cuerpo está genéticamente preparado para recibir”, basada en carnes, frutas, verduras y frutos del mar. Esta pleitesía al determinismo genético no es traída a colación aquí en forma caprichosa, porque se reitera en los ensayos económicos del candidato. En el segundo de sus libros (Entre la equidad y el crecimiento. Ascenso y caída de la economía argentina, 1880-2002, de 2004) Llach y Gerchunoff afirman que existe un “rasgo genéticamente igualitario de la Argentina”, acentuado “a partir de la inauguración de una democracia auténtica” con el Yrigoyenismo, que contradice las tendencias “más favorables al crecimiento”. Es posible que en plena campaña electoral, Llach no sea tan explícito y delegue las explicaciones en su predecesor en la candidatura vicepresidencial de 2011, González Fraga. La semana pasada, ante una convocatoria de la Unión Industrial, JGF, expuso la discontinuidad con la política económica actual que propone su partido. Para conseguir lo que denominó “un shock de confianza” recomendó “eliminar las retenciones y las trabas al comercio exterior, poniendo fin a los controles de precios”. No hace falta mencionar los salarios para que los entendidos adviertan que esta batería de medidas reduciría su poder adquisitivo en forma drástica. En la misma línea, JGF también planteó el pago a los fondos buitre (con una quita del 50 por ciento, dijo) y la reconciliación con el FMI, con la idea de que así se produciría “un fuerte ingreso de capitales”.

El pecado original

La primera respuesta al planteo de Llach y Gerchunoff la firmó Axel Kicillof, quien entonces sólo era docente e investigador de la UBA e integrante del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino, que sesionaba en una habitación del estudio jurídico de Héctor Recalde. En un artículo que se publicó en este diario el 5 de septiembre de 2004, dijo que la obra vestía con modernos ropajes las vetustas ideas de José Alfredo Martínez de Hoz y Roberto Cortés Conde, que a la manera de los relatos de la Teología atribuyen todas las desgracias a un pecado original: la abundante tierra y la escasa población, que redundaron en salarios excesivamente altos en el paraíso agroexportador perdido en 1930. Los primeros habitantes se acostumbraron a ese estado de bonanza y convirtieron la equidad en un “valor político prioritario” que fue transmitiéndose de padres a hijos durante más de cien años. Este punto de partida generó una dinámica fatal, porque “para los autores el crecimiento requiere bajos salarios y una completa apertura comercial que permita aprovechar la especialización primaria a escala internacional”. Pero los argentinos, escribió Kicillof, “en lugar de someterse a su natural destino reclamaron obstinadamente altos salarios, lo que sólo pudo lograrse mediante medidas proteccionistas, industrialistas y deficitarias. De esta forma Gerchunoff y Llach sostienen que la búsqueda de equidad se contrapone al crecimiento”. El actual ministro explicó que en los periodos de sobrevaluación de la moneda (como la convertibilidad), el salario medio es alto en dólares pero no implica un elevado nivel de vida para la población. En un anticipo de los debates actuales, Kicillof dijo entonces que Llach y Gerchunoff cargaban la baja creación de empleo, el déficit fiscal crónico y el endeudamiento externo a la debilidad de los gobiernos de Menem y De la Rúa para oponerse a la abominada pasión igualitaria. “El dogma neoliberal según el cual el crecimiento no es compatible con la ‘equidad’ fue desmentido por todas las experiencias de desarrollo mundialmente exitosas. Pero, ciegos ante toda evidencia, y sordos ante todo cuestionamiento de las bases teóricas sobre las que se sustenta, esta afirmación se convirtió en el caballito de batalla de los intereses que a toda costa y en toda circunstancia se oponen al desarrollo industrial y promueven la caída de los salarios”. Para esta concepción, el salario sigue siendo el enemigo principal, ayer, hoy y mañana.

En 2005 otras dos investigadoras de CENDA, Cecilia Nahón y Mariana González (quienes ahora son embajadora en Estados Unidos y Subsecretaria de Coordinación Económica y Mejora de la Competitividad), desmenuzaron en un trabajo académico la obra de Llach y Gerchunoff y la tradición ideológica que la sustenta: “Aquella que celebra melancólicamente el período agroexportador, condena el proceso de industrialización local y justifica como incuestionables y naturales el ajuste regresivo y la liberalización de las últimas décadas. En un momento en que se alzan fuertes críticas hacia las políticas de apertura, liberalización y desindustrialización implementadas desde la dictadura militar, los autores defienden su continuidad. Se trata de un intento de justificar una vez más las eternas recomendaciones de política económica del dogma neoliberal. En lugar de profundizar en el debate acerca de las alternativas reales para el desarrollo de la Argentina, los autores insisten con viejas recetas cuyos resultados están a la vista: treinta años de fiel devoción neoliberal han arrojado al país a la mayor crisis económica, política y social de su historia”. En sus conclusiones, Nahon y González señalan que “la regresiva redistribución del ingreso de los últimos treinta años parece no ser suficiente para los autores: se insinúa que se requería aún más desigualdad para que florecieran los resultados de las acertadas políticas neoliberales. La década del noventa hubiera sido un verdadero éxito si la sociedad hubiera aceptado con sabia resignación una caída aún mayor de los salarios (…) La remanida receta de Gerchunoff y Llach no involucra una disyuntiva entre la equidad y el crecimiento, sino el riesgo de una nueva década pérdida en ambos sentidos. Se trata del eterno retorno de fórmulas ya fracasadas. Hoy, en cambio, es tiempo de planificar el desarrollo económico nacional priorizando la mejora en las condiciones de vida de los trabajadores”. Llach prefiere perseguirlos, descalzo pero con su botellita de agua, hasta que caigan muertos como guanacos por agotamiento y deshidratación.

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07/06/2015 Posted by | Economía, General, Medios de Comunicaciòn, Política Argentina, Politica Internacional, Politica Latinoamerica, Reflexiones, Sociedad y Cultura, Solidaridad, Uncategorized | , , , , , , | Deja un comentario