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Honduras – Golpe con final abierto


Último parte de guerra

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Foto: Veintitrés Internacional.

10-08-2009 /  Un periodista de Veintitrés Internacional relata los días más tensos en Honduras desde Tegucigalpa y desde el campamento de Zelaya en la frontera nicaragüense. La resistencia de la población y las posibles salidas a la crisis. El juego de Estados Unidos.

Por Mariano Saravia
(Desde Tegucigalpa)

A mi marido se le perdió el documento y a mí se me venció el pasaporte, pero no pienso hacer esos trámites ahora, porque no serían válidos, documentos entregados por un gobierno ilegal, serían ilegales”, razona Anarella en su bar Paradiso del centro de Tegucigalpa, donde se congregan los artistas de la resistencia al golpe de Estado.

A más de un mes de aquel fatídico 28 de junio en el que toda América latina retrocedió treinta años, la situación cambia día a día y hora a hora. Al cierre de esta edición, el presidente constitucional Manuel Zelaya se encuentra en la pequeña localidad nicaragüense de Ocotal, a 22 kilómetros de la frontera. Junto a él hay unos dos mil hondureños, la mayoría campesinos y obreros, que han llegado para darle su apoyo atravesando montañas y selvas, eludiendo los controles y retenes de la policía y el ejército de Honduras. Así, mantienen la presión social y política contra el gobierno golpista que, de este lado de la frontera, ejerce una represión indiscriminada contra el pueblo que no deja de manifestarse día tras día en la capital y en toda la zona sur, departamento de El Paraíso, cerca de la frontera.

A nivel internacional, también crece la condena y la presión sobre el régimen de facto de Roberto Micheletti. La OEA, la ONU, la Unión Europea y la mayoría de los países del mundo han condenado el golpe de Estado y justo cuando se cumplía un mes, el martes 28 de julio, el gobierno de Estados Unidos anunció el retiro de las visas para cuatro altos funcionarios: el magistrado Tomás Arita, quien ordenó el arresto y expulsión de Zelaya; Alfredo Saavedra, presidente del Congreso unicameral; Ramón Custodio, un comisionado de Derechos Humanos que está de adorno y mira para otro lado mientras se suceden los muertos y desaparecidos, y el cuarto sería el propio presidente de facto Roberto Micheletti.

Esta revocatoria de las visas de ingreso a Estados Unidos se extienden a las familias de los funcionarios golpistas y podrían ser muchas más. Mirada desde la Argentina, esta noticia pareciera irrelevante, pero en este país las clases dominantes viven pendientes y viajando permanentemente a Estados Unidos. Si tienen que comprarse ropa, las mujeres de la clase alta viajan a Nueva York. Si un joven acaudalado quiere congraciarse con su novia, la invita a cenar y a bailar a Miami. Y perder la visa, para ellos es muy grave. “Prefieren quedar huérfanos antes que les saquen las visas”, dice Mercedes, la moza de un merendero popular del centro de Tegucigalpa.

Hasta las empresas símbolo del sistema capitalista han dado un fuerte gesto político, como Nike y Adidas, que han anunciado el cierre de sus maquilas (fábricas textiles), aumentando el ahogo financiero que se suma al recorte de toda la ayuda internacional que llega desde Estados Unidos y la Unión Europea. Es un grave problema para el gobierno golpista, porque el 30 por ciento del presupuesto del país depende directamente de esta ayuda internacional.

En este contexto, aislado política y financieramente del mundo, el gobierno de facto pareciera tener las horas contadas. Un indicio de esto es el estudio en comisión del Congreso de una amnistía para el presidente constitucional, acusado de varios delitos, entre ellos de violar la Constitución al haber llamado a una consulta popular por “la cuarta urna”. La cuarta urna se refiere a que en las elecciones programadas para el próximo 29 de noviembre, además de que el pueblo elija presidente, diputados y alcaldes, expresara si está o no de acuerdo con una convocatoria a una Asamblea Constituyente para el año que viene. En cualquier caso, esa constituyente se haría con otro presidente en ejercicio, así es que cualquier modificación al impedimento de reelección beneficiaría a un próximo presidente y nunca a Zelaya, como han querido hacer creer los golpistas y la prensa comercial.

“El estudio de una eventual amnistía para Zelaya es también un paraguas que están abriendo los diputados para estar cubiertos ellos mismos con esa amnistía en caso de que el presidente legítimo vuelva a ocupar su lugar”, dice César Vázquez, un periodista que trabajaba en el canal estatal y que está siendo perseguido por este régimen.

Hay sólo una radio (Globo) y un periódico (El Libertador) que siguen informando ecuánimemente y verazmente, y son perseguidos permanentemente. Incluso han sido ocupados en más de una oportunidad por la policía y el ejército. Una de esas veces en que los soldados entraron a las patadas a Radio Globo, el director David Romero se tiró por la ventana desde un tercer piso, fracturándose la clavícula y una costilla. “Es que ya estuve preso y fui torturado en los años ’80, con el terrorismo de Estado de aquellos años, sé lo que es eso y no estoy dispuesto a que me vuelva a pasar”, cuenta.

REPRESIÓN INDISCRIMINADA. Pedro Muñoz había encendido una fogata el viernes 24 de julio a la noche frente al retén de El Paraíso, y empezó a echarles el humo a los policías y militares apostados allí y armados hasta los dientes. Los militares lo detuvieron, cerca de las siete de la tarde, cuando comenzaba a anochecer en esa población a 20 kilómetros de la frontera propiamente dicha.
No se supo más de él hasta que a la mañana siguiente fue encontrado su cuerpo con 36 puñaladas en la espalda y signos de haber sido torturado. Tenía sus documentos y pertenencias consigo, por lo que se descarta totalmente un robo, y el ejército admitió haberlo mantenido prisionero hasta las siete de la mañana, pero los forenses dijeron que su muerte se habría producido cerca de las tres de la mañana. Era albañil, vivía en un barrio pobre de la ciudad de Tegucigalpa, y había llegado en moto a esa población de frontera para intentar cruzar a Nicaragua como tantos otros, para acompañar al presidente de regreso a Honduras.

Otro que intentó hacer lo mismo fue el líder de Vía Campesina y del Frente de Resistencia contra el Golpe de Estado, Rafael Alegría. Él sí pudo llegar hasta la frontera, pero apenas se acercó al retén fue apresado por la policía, y soltado luego de seis horas.

Ante la consulta de Veintitrés Internacional, en el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos informan que ellos tienen registrados cientos de detenidos y seis muertos, desde que cayó Isis Obed Murillo, aquel domingo 5 de julio en el aeropuerto de Toncontín, cuando por primera vez Zelaya intentó volver a su país, hasta el miércoles 29 de julio. En esa lista no se cuentan dos muertos del domingo 26 en el Estadio Nacional, después del empate entre Olimpia y Motagua. En una trifulca con la barra del Olimpia, las imágenes de la televisión captaron claramente cómo los policías asesinaron a estas dos personas tirando a matar y con balas de plomo.

Esta fue una constante en las zonas más pobres y sobre todo cerca de la frontera, la represión con balas de plomo y los gases lacrimógenos. “Te das cuenta de que son balas de verdad porque tienen un zumbido, las balas de salva suenan seco”, cuenta Vitalino Álvarez, un campesino de la zona norte del país, cerca de San Pedro Sula, que llegó caminando hasta la frontera y luego, para evitar a los policías y militares, también la cruzó caminando.

Con él como guía, este cronista se metió en la selvática montaña a buscar otros grupos de campesinos perdidos.

El piso es arcilloso y cubierto en gran parte por hojas y gramilla, con una tupida vegetación que en muchos lugares dificulta el paso. Pero lo que más dificulta el paso es la falta de luna, que hace que la noche sea cerrada. Y no se puede abusar de las linternas porque sería peligroso ante la cercanía de la línea fronteriza y la posibilidad de que haya militares hondureños por la zona.

Después de una hora de dificultosa caminata encontramos a un grupo “enmontañado” y la alegría contenida se refleja en comentarios en voz baja: “Bienvenidos, compañeros, están en el territorio libre de Nicaragua, ya no se preocupen”. Se suceden los abrazos y hasta algunas lágrimas.

“Fue terrible –contó César Ham, diputado y candidato de izquierda para noviembre, que viene en el grupo–, no sólo por lo complicado del camino, sino también por el seguimiento del ejército. Éramos un grupo grande, algunos se lesionaron y no hemos comido en todo el día, pero estamos contentos porque aquí nos están recibiendo compatriotas nicaragüenses. Quiero decirte que no venimos aquí huyendo, no venimos aquí exiliados, venimos a seguir organizándonos porque la lucha continúa. Vale la pena cualquier calambre, cualquier sacrificio, cualquier dolor, siete horas de caminata, porque aquí se juega el futuro no sólo de Honduras sino el de nuestro pueblo y el de toda América latina.”

EL INTENTO. El momento en que el pico de tensión llegó al extremo fue el viernes 24 de julio, cuando Zelaya llegó a traspasar la cadena que marca el límite de Nicaragua y se internó unos cinco metros en territorio de Honduras. Caminó despacio, abriéndose paso entre la multitud de micrófonos y cámaras, fue hasta un cartel que dice “Bienvenidos a Honduras”, lo tocó y los representantes de la prensa internacional acribillaron a flashes.

Los militares y policías, para ese momento, habían retrocedido y miraban entre ingenuos y desconfiados desde unos cincuenta metros.

Ese día Zelaya se la pasó en el paso fronterizo de Las Manos, uno de los tres que unen a Honduras y Nicaragua, a lo largo de una frontera de 922 kilómetros. En un alto de esa agotadora jornada, Zelaya dijo a Veintitrés Internacional: “El pueblo está apoyándonos y la comunidad internacional ha condenado este golpe de Estado, el Mercosur fue categórico en declarar que no dejará que se consolide el golpismo, y les agradezco a todos los presidentes, especialmente a la presidenta Cristina Kirchner que pidió la unidad de los países de América del Sur en tomar acciones contra este régimen represivo”.

Por la tarde, un corresponsal de la prensa francesa y este cronista entablaron un diálogo con el jefe del escuadrón militar en el lugar, quien se identificó como el teniente coronel Luis Recarte.

–¿Tienen orden de captura contra el presidente?

–No, nosotros los militares no podemos arrestar a nadie, para eso está la policía.

–Y entonces, ¿cómo se explica que a Zelaya lo arrestaran militares durante el golpe de Estado, y luego lo expulsaron del país?

Silencio del otro lado.

–Si no lo va a arrestar, ¿qué órdenes tiene?

–Hablar con el señor Zelaya.

–¿Hablar de qué?

–Simplemente hablar como caballeros.

En ese momento, el periodista de la prensa francesa le pidió el número de celular al alto oficial castrense, quien ante el asombro de todos los presentes, se lo dio y le dijo que Zelaya le llamará, cosa que ocurrió minutos después. Cuando le dieron las novedades a “Mel”, este pidió un celular y marcó el número del teniente coronel. “Sí señor, aquí lo espero para que hablemos, le doy mi palabra de que no le va a pasar nada y hasta si quiere me desarmo”, le dijo el teniente coronel Recarte al que en realidad es su verdadero comandante en jefe. A los diez minutos llegó Zelaya entre medio de la nube de luces y micrófonos que lo acompañó durante todo el día. Llegó hasta la cadena y le estrechó la mano al oficial del ejército.

–Mucho gusto, teniente coronel, vengo a ver si puedo pasar la frontera.

–Por supuesto, señor, si este es su país.

–Bueno, pero quiero garantías, por favor comuníqueme con el comandante de la región.

El militar se retiró con esa misión, pero nunca más volvió.

Ese día llegaron a juntarse unas 500 personas, una cantidad muy pequeña para garantizar a Zelaya que no lo arresten los policías hondureños apenas cruzara la frontera. Ya al anochecer comenzaron a organizarse los grupos para ver qué comerían y dónde dormirían.

La caravana con Zelaya a la cabeza volvió a la localidad de Ocotal, donde gran parte de sus seis mil habitantes salieron a la calle a recibirla agitando banderas del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Allí se estableció un campamento en un polideportivo aportado por la alcaldía para que durmieran los 500 hondureños llegados. Pero con el correr de los días, los 500 se transformaron en más de dos mil, y hubo que mejorar la organización para atender alimentaria y sanitariamente a esa cantidad de personas, que seguían llegando con los pies llagados por la travesía en las montañas.

Cuando este cronista se volvía a Honduras, Vitalino lo despidió diciendo: “Aquí me quedo, dejé a mi mujer y mis hijos del otro lado, me vine con lo puesto, pero lo hago por ellos y por mi pueblo”.
Del otro lado de la frontera, en cada esquina de la capital, se escuchan comentarios similares, de dirigentes, militantes anónimos o personas comunes y corrientes, que están dispuestas a seguir con la lucha cuanto sea necesario, contra el golpismo y por la democracia.

Veintitres Internacional

18/08/2009 Posted by | General, Politica Internacional, Politica Latinoamerica, Uncategorized | , , , , , , , , , , , , , , | 1 comentario